Un equipo sin patrón, con una ausencia grave de colectividad y transmitiendo los malos augurios que fueron disipados en los coletazos de las temporadas pasadas
El Sevilla FC comienza como acabó. Caras nuevas que llegan, caras viejas se van, un entrenador con una idea antagonista del que se marchó pero las sensaciones son las mismas. El descalabro repasa todo lo que pertenece al Sevilla como entidad. La directiva, sobrepasada por su incapacidad, busca de debajo de las piedras para repartir a final de mes y seguir en el sillón, aunque ello suponga la devaluación del club.
En lo económico, los brotes verdes inspiran positivismo y una estabilidad que se desborda. Todo va bien, el club es solvente y el crédito de 108 millones de euros es síntoma de ello. La mezcla de conceptos es el arma para crear una falsa situación de poderío. La realidad es que ni patrocinador después de un año -vamos a por el segundo- con camisetas vírgenes e inmaculadas, en el que recuerden se disputó Champions League, ni fichajes. Ventas para tapar agujeros, “política de reestructuración” y “todos los clubes de La Liga están igual”. Mal de muchos, consejo de tontos.
En lo deportivo, muchas dudas. Quizá porque la afición, soberana por supuesto, se agarra a un clavo ardiendo. García Pimienta no tuvo gran aceptación a su llegada, se pedía un fútbol más arraigado a la casa como el de Bordalás, pero cada uno buscó y rascó entre sus gustos y filias para echar su puñado de esperanza en el nuevo. De cada partido, siempre había detalles que sacar en positivo y en el momento en que entrara la pelota, el equipo carburaba. Para la próxima jornada, sí o sí y a fin de cuentas, nada de nada. Ni la pose de su paisano Pep Guardiola, de cuclillas con dedo índice de boca a nariz, a la espera de una respuesta divina, sirvieron para agitar el árbol y que cayera el gol ansiado ante el Girona. 2 de 12.
La dirección deportiva, de la cual ha germinado un bastión de fieles a lo que hay y odiadores de lo que hubo, a pesar de la abismal diferencia entre uno y otro. En su currículum, a pesar de los cuantos descensos logrados, también está la habilidad de captar jóvenes talentos. No por nada Valentín Barco fue reconocido como el jugador más fichado del videojuego Football Manager 2024. El problema es que de los fichajes traídos por Orta, excepto Saúl, ninguno tiene experiencia en la liga española. Casi que ni el centenar de partidos en la élite. Ni hablar ya de que el equipo no pega ni con cola. No hay un equipo, un conjunto de jugadores que juegan al unísono. Una sopa de letras en la que hay que rebuscar para encontrar algo legible. Sin mencionar la falta de calidad, por algo te anotan con facilidad y marcar goles es una tarea imposible.
Sin saberlo a ciencia cierta, pero no suena a patraña calamitosa, la inmensa mayoría reza para que haya tres equipos peores y la salvación se venda barata. El equipo no hay por donde cogerlo y ya todo viene con peor sabor. Jornada cuatro y la temporada ya se está haciendo larga. Que Dios reparta suerte y la pelota entre cuanto antes.