Ayoze amarga el Domingo de Ramos del Betis y lanza al Villarreal en la lucha por la Champions (1-2)

Fotografía: Fernando Vázquez

El Benito Villamarín vivió un Domingo de Ramos con sabor amargo. Ayoze Pérez, el que un día fue ídolo verdiblanco, regresó a Heliópolis para firmar una actuación magistral y liderar la remontada del Villarreal frente a su exequipo. El canario, entre pitos y miradas de reproche, fue el mejor sobre el césped y con su gol selló un 1-2 que detiene la escalada del Betis y refuerza las aspiraciones europeas del equipo de Marcelino. El duelo, intenso y vibrante, acabó con sabor a golpe de realidad para los de Pellegrini, que no perdían en Liga desde inicios de febrero.

El Betis arrancó el encuentro con la energía de los días grandes. En los primeros minutos monopolizó la posesión, moviendo el balón con velocidad y criterio. Isco y Fornals marcaban el ritmo, Antony desequilibraba por la banda y Jesús Rodríguez agitaba las líneas rivales. El dominio tuvo premio pronto: un despeje fallido de Yeremi cayó a los pies de Aitor Ruibal, que conectó un derechazo inapelable para adelantar al Betis. El Villamarín estalló de alegría, evocando aquel gol similar del catalán ante el mismo rival hace más de cuatro años.

El empuje verdiblanco se mantuvo durante el primer cuarto de hora, con un Betis dinámico y ambicioso. Sin embargo, Marcelino no tardó en ajustar su plan. Ordenó a sus jugadores dar un paso al frente y aprovechar los espacios entre líneas. Ahí emergió Ayoze, pitado cada vez que tocaba la pelota, pero convertido en el eje del ataque castellonense. A su alrededor creció el Villarreal, que encontró el empate tras una acción a balón parado culminada por Barry, quien aprovechó un rechace en el área para batir a Adrián.

El encuentro se volvió más abierto, con opciones para ambos. Antony rozó el segundo para los locales, mientras Ayoze, cada vez más activo, rozó el gol en una internada que dejó helado al Villamarín. En esa misma acción, Diego Llorente cayó lesionado y se marchó con visibles gestos de dolor, encendiendo las alarmas en el banquillo bético. Con el duelo roto y los espacios multiplicándose, ambos equipos se marcharon al descanso con la sensación de que la segunda mitad decidiría más que tres puntos.

Tras la reanudación, el Betis se topó con un golpe inesperado. Dani Parejo envió un pase milimétrico desde su campo y Ayoze lo bajó con un control exquisito antes de fusilar a Adrián. No hubo celebración, solo respeto, pero su tanto dolió doblemente en Heliópolis: por su belleza y por su firma. El Villarreal se adueñó del encuentro, imponiendo su ritmo y obligando a Pellegrini a mover el banquillo. Entraron Lo Celso y Bakambu para buscar una reacción que nunca llegó, mientras Marcelino reforzaba su bloque con Pépé y Denis Suárez para dominar los tiempos del partido.

El Betis lo intentó con más corazón que precisión. Lo Celso reclamó dos penaltis que el VAR desestimó, e Isco, tras un pase mágico del argentino, desperdició una clara ocasión con un remate desviado. Los centros laterales de Antony y las incorporaciones de Perraud tampoco encontraron recompensa. En cambio, el Villarreal se mostró sólido, con Logan Costa imperial en defensa y Parejo manejando los hilos desde la medular.

Cuando el árbitro señaló el final, el Villamarín se rindió a la evidencia: el Villarreal había sido más eficaz, más compacto y más maduro. El Betis pierde su buena racha, deja escapar una oportunidad de oro para consolidarse en Europa y deberá recomponerse antes de que los rivales directos le pasen por encima. Marcelino, por su parte, sale reforzado de un duelo que refuerza sus credenciales para la Champions. Ayoze, el villano perfecto de la tarde, se marcha de su antigua casa con la sonrisa de quien sabe que ha cambiado el rumbo de una temporada.

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